De madrugada, invitado por una cuadrilla de cazadores, cruzamos la frontera de Ceuta para primeramente recoger la rehala, una manada de perros de diferentes razas entre podencos, sabuesos y mastines entre otros. Salimos de la perrera aún a oscuras para encaramarnos al muro que corona la ciudad de Tetuán, las montañas del Gorgues. En el punto de salida se organiza la batida junto a otros cazadores de la zona. Un grupo con la rehala sube por las espaldas de una de las cumbres para sorprender a los jabalíes y hacerlos huir vaguada abajo, territorio sin caminos trazados entre zarzas y cortados como despeñaderos en los que aguardan esparcidos parejas de cazadores. A los ecos de la jauría acuden curiosos incluso en babuchas de andar por casa, apareciendo de la nada, desparramados por todo el horizonte listos para echar otro día al sol en el sosiego de los peñascos.














































