Despertó mi atracción rondando los 14, a través de la ventanilla del Cercanías de Jerez a Cádiz que tomaba varias veces en semana. Los cambios de mareas y estaciones mantienen inalterable esta planicie desnuda tras la Sierra de San Cristóbal. Aprobé el carnet de conducir a los 18 y pude adentrarme aún más en sus laberintos y sus atardeceres a la orilla de la Bahía. Aspirante a la leyenda de la Atlántida, ahumada en sal resplandeciente y refugio de nómadas como cigüeñas y flamencos. Vuelvo por vacaciones de visita familiar y mi reciente afición a la fotografía me anima a madrugar para volver a redescubrir este territorio entre salinas, astilleros, caños y pinares.



























