Siempre que me he acercado a Granada, o las veces que he pasado por la A-92 bordeando la ciudad, miro y fantaseo sobre lo que habrá y cómo será rondar esas montañas clavadas en el horizonte. Recuerdo la vez que conducía con luna llena y cómo relucía en el cielo aquella mancha blanca de nieve. Me recomendaron no ir a solas por el peligro que conlleva merodear entre lascas de piedra sueltas o placas de hielo con las que podría resbalar. Recuerdo también hace años la vez que hice una tarde por la Vereda de la Estrella y me encontré con dos montañeros con burros y cubos de pintura, me informaron que iban a labores de mantenimientos de un refugio al que podías acceder para dormir y seguir camino adelante. Pasa el tiempo y la curiosidad perdura.
Al fin este verano decidí descubrir de una vez qué encerraban detrás los picos, quería una incursión de varios días, no una visita relámpago cual clava la bandera y vuelve rodando con la foto de la hazaña. Tuve la suerte de dar con un plan organizado de cinco días con guía, el gran Manu, de sobrada experiencia en el terreno y solvencia logística. El grupo lo cerraban otras tres compañeras. Todos los componentes desconocidos entre sí y dispuestos a compartir esta aventura de pura resistencia y convivencia las 24h de puertas abiertas.
Me quedo con aquella sensación de ser afortunado en aquel paraje, por atravesar valles impensables y trepar paredes como (y con) cabras montesas, cargados hasta arriba, por sendas la mayoría de las veces vacías de turistas, escaladores o runners, todas inmensas. El menisco se portó bien. Recuerdo la granizada al final de la etapa en la que hacíamos vivac y vino a escampar justo en la meta, en el campo nada de pánico. "Al campo no se va a dormir, se va a pasar la noche". A mear detrás de las piedras, sin maquinilla de afeitar ni desodorante. Al tercer día el cuerpo ha eliminado todas las toxinas y se suda elixir del monte. El agua fresca de los manantiales salvajes en plena ola de calor en la España seca. La Estrella de las Nieves de taxonomía Plantae Magnoliophyta, aprendido. Mi apetito sólo por las frutas para almorzar y preferir los tomates de Manu al jamón. Eran las dos veces escasas en las que bajamos a la civilización (una de ellas por estar aún el refugio del Poqueira cerrado) y echarnos las cervezas en un aura especial, algo diferente, más vivo al resto que circundaba a nuestro alrededor. Un puñado de recuerdos de verano que acaban en unos abrazos en el parking de la entrada de Lanjarón y vuelta a casa, como la vida misma.
Integral de 12 tres miles, organizada por Nevadensis:
72km en 5 días. Desnivel positivo de 4.844m y negativo de 4.272m.
Trevélez - Cerro Pelao (3.182m) - Puerto Juntillas (3.142m) - Tajo Negro de Covatillas - Puerto de los Cuartos (3.154m) - Atalaya (3.148m) - Justicia (3.141m) - Cuervo (3.147m) - Puntal de Vacares (3.182m) - Laguna de las Calderetas - La Alcazaba (3.366m) - Siete Lagunas - Mulhacén (3.482m) - Poqueira - Cerro de los Machos con vía ferrata - Veleta (3.394m) - Albergue Universitario - Elorrieta (3.183m) - Cerro del Caballo (3.013m) - Lanjarón.
























































