Dispuse de una semana para decidir qué hacer con mi tiempo libre. Me negué a colas y atascos a destinos, cualquier tipo de reclamo, atracción o escaparate, romper con la rutina que suelo cumplir y no tener otra preocupación que llegar a tiempo para cenar allá donde me propusiera. Un plan perfecto para desconectar. Decir que este viaje se realizó una semana antes de las vacaciones de Semana Santa, los albergues aún vacíos y el ambiente de sosiego reinando en los encuentros fortuitos con los peregrinos. 
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